Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:36)
José Núñez de Cáceres, gestor de la así llamada Independencia Efímera. |
Para los años iniciales del siglo XIX, siendo aún la República Dominicana una colonia de España, la Madre Patria se encontraba envuelta en numerosos conflictos con otras naciones. Este hecho, sumado al agotamiento de las riquezas que originaron la fundación de esta colonia y a las pretensiones de los grupos de poder de esta parte española de la isla de La Hispaniola, ocasionaron un gran descuido y despreocupación por parte de España para la colonia de Santo Domingo, ya que esta no representaba una prioridad para ellos.
En 1821, ocupaba la Capitanía General de la colonia Don Pascual Real, hombre sin dotes de ninguna especie, que no pudo contener la ola creciente del merecido desprestigio que de día en día crecía en la Colonia contra España.
El Dr. José Núñez de Cáceres, quien había desempeñado funciones en distintos de los gobiernos coloniales que tuvo la Colonia de Santo Domingo en esa época, había logrado despertar grandes ánimos de independencia dentro de algunos sectores poderosos e influyentes dentro de la sociedad. Las ideas de emancipación de José Núñez de Cáceres culminaron con una revolución que, depuesto el impopular Brigadier Real, proclamó la creación de un estado autonómico, bajo el amparo de la República de la Gran Colombia.
Así es que en diciembre del 1821 Núñez de Cáceres proclama independiente de España a la Colonia de Santo Domingo con la famosa e histórica declaración de independencia, que rezaba:
“Así lo reconocemos…, y conducidos por ello declaramos…, que la parte española de la Isla de Haití, queda desde este día constituida en un estado libre… el buen pueblo dominicano ni ahora, ni adelante, ni nunca se someterá a las leyes y gobiernos de España... ¡viva la Patria, viva la Independencia, viva la Unión de Colombia!”... 1 de diciembre de 1821.
Sin embargo, esta independencia no duró mucho. Núñez de Cáceres no recibió el apoyo de Simón Bolívar, pues estaba en plena gestión de la independencia de Ecuador. En la colonia de Santo Domingo tampoco recibió mucho apoyo. Sumado a esto, recibió represalias de España, y Jean Pierre Boyer con el Coronel Papilleaux como vocero le refirió al Presidente Núñez de Cáceres una sentencia de los tiempos de Toussaint que reza: "la Isla era una e indivisible"; invitándole a su vez a que se enarbolara el pabellón haitiano.
La forma apresurada en que se llevó a cabo y el apoyo más moral que material que recibió hicieron que esta "independencia" del estado que se llamó Haití Español sólo durara unas cuantas semanas: desde su fundación en diciembre de 1821 hasta la invasión haitiana del 9 de febrero de 1822, en que Boyer llegó con un poderoso ejército de 12,000 soldados divididos en dos cuerpos: uno del lado Sur, al mando del general Borgella, y otro por el Norte, bajo las órdenes del General Bonnet. Ambos cuerpos llegaron frente a los muros de la ciudad de Santo Domingo el 9 de febrero de 1822, siéndole entregadas las llaves de la ciudad por el mismo depuesto Presidente José Núñez de Cáceres.
Este episodio de la historia dominicana nos muestra que la libertad no se consigue a través de la firma de un documento, o con una declaración inspiradora. Así mismo, muchos creen que la libertad verdadera está en hacer lo que quieren, en luchar por sí mismos y vivir sus vidas sin someterse a nada ni a nadie. Poco saben estas personas que esta es una independencia como aquella de 1821: pasajera, sin fundamento… efímera.
El texto de hoy nos enseña que la verdadera libertad la conseguimos a través de Cristo. La libertad que nos ofrece rompe las cadenas del pecado, del dolor y la vanidad de este mundo. Contrario a Simón Bolívar, el nunca está demasiado ocupado como para ofrecernos su poderoso brazo para ayudarnos a ser libres. ¡Podemos llamarle ahora mismo!
Señor, hazme verdaderamente libre e independiente del pecado… ¡Para siempre!
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