“Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12).
El "jet lag" es más facil de asimilar cuando se viaja hacia el oeste que cuando se viaja hacia el este. |
Fue en pleno Renacimiento cuando regresó la expedición de Magallanes y se llevaron la sorpresa de su vida al ver que les faltaba un día. Y es así: el ocho de septiembre de 1522, en el puerto de Sevilla, desembarcaron los dieciocho sobrevivientes de la expedición que al mando de Magallanes —muerto durante el viaje— había partido tres años antes (el 10 de agosto de 1519) con cinco naves y 250 tripulantes. Y esos dieciocho sobrevivientes habían dado la vuelta al mundo.
Ahora bien: entre ellos estaba Antonio Pigafetta, cronista de la expedición que había llevado un cuidadoso diario consignando los pormenores del viaje. Para su sorpresa, al desembarcar se encontró con que las fechas de su diario y la de España, increíblemente, no coincidían: el día que en España era 8 de septiembre sábado, en su diario era 7 de septiembre viernes. Pigafetta creyó que se trataba de un error y revisó una y otra vez el diario sin encontrar falla alguna. Al final, tuvo que rendirse a la evidencia: durante el viaje, un día entero se había esfumado como por arte de magia. La noticia causó sensación en toda Europa: ¡un día entero desaparecido! ¿Adónde se había ido? ¿Cómo podía desaparecer un día? ¿Cómo podían imaginarse que se estaban enfrentando —por primera vez— con el “jet lag”?
Finalmente, fueron los astrónomos de la corte papal quienes aclararon el fenómeno: explicaron que si se viaja alrededor de la Tierra hacia el oeste se pierde forzosamente un día, del mismo modo que si se circunnavegara la Tierra hacia el este se ganaría un día.
Y la razón es ésta: cada “día” se debe a una rotación de nuestro planeta; si uno se mueve alrededor de la Tierra en el sentido de la rotación dará una vuelta más, si lo hace al revés (como en el caso de Pigafetta) dará una vuelta menos. Del mismo modo que si arriba de una calesita uno camina en el sentido de la rotación, y da una vuelta completa, verá pasar el palo de la sortija una vez más que quienes se quedaron quietos; y si uno camina en sentido contrario, dando una vuelta completa, verá pasar el palo de la sortija una vez menos.
Naturalmente, nadie pudo darse cuenta durante el viaje porque iban atrasándose unos pocos segundos por día. Por eso el “jet lag” no se notó físicamente y se acumuló como una sorpresa mayúscula al volver. Lo interesante es que no importa la velocidad a la que se haga el viaje, ni lo que se tarde en hacerlo, ni el recorrido que se siga: siempre, al circunnavegar la Tierra, se perderá (o se ganará) un día: uno puede hacer el trayecto que quiera, ya sea una complicada poligonal en zigzag o ir derecho, puede hacerlo en una semana, en tres años o en diez siglos, pero siempre perderá (o ganará) un día y nunca más que un día al volver al punto de partida.
Hay muchas cosas en la vida que tienen el efecto de “jet lag” en los seres humanos. Las malas compañías, las actitudes ociosas, las diversiones malsanas, arrastran a cada momento valiosos e irrecuperables segundos de vida. Esos segundos pasan momentáneamente desapercibidos, pero luego vienen “los días malos” y los años en los que dices: “no tengo en ellos contentamiento". Es lamentablemente cierto que no nos percatamos del tiempo perdido hasta después de desperdiciarlo. Puedes sentarte, como Pigafetta, en un momento tranquilo, a revisar tu bitácora de viaje, y contar cuidadosamente los momentos de tu vida. Él y los demás tripulantes de la expedición solo perdieron un día: ¿cuántos has perdido tú? Decide en este momento aprovechar tu tiempo adecuadamente. Haz al Señor la petición del salmista: “Enséñanos a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría".
Muy interesante este artículo.
ResponderEliminarBendiciones!!
Acabo de conocer lo que es el Jet Lag leyendo tu bló... Leer estas reflexiones es saber aprovechar el tiempo. Gracias por compartirlas.
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