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domingo, 21 de agosto de 2011

El Mito de la Ciencia Infalible

“¿De dónde, pues, viene la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar” (Job 28:20, 23).

Según el gráfico, la materia oscura constituye el 30% de la
composición del cosmos.
En el mes de julio de 2010 salió publicado en el New York Times un artículo titulado como nuestra reflexión de hoy, publicado por Carlos Cunha. A continuación veamos lo que expone en su artículo.

“A través de la ciencia, no sólo descubrimos lo que no sabíamos, sino lo que creíamos que sabíamos, pero que no era así. Algo que durante siglos quizá haya sido tomado como una verdad evidente, como que la tierra era plana, por ejemplo, puede quedar expuesto como un mito. Lo que fácilmente puede pasar inadvertido es que incluso la ciencia no siempre sabe lo que cree que sabe. El mito, en la forma de especulación teórica, es la mezcla de cemento en la que se colocan muchos de los ladrillos de los descubrimientos científicos.


“Y la materia oscura –materia hipotética, según Fritz Zwicky, de composición desconocida que no emite o refleja suficiente radiación electromagnética para ser observada directamente con los medios técnicos actuales–  es, en sí, un ejemplo de un mito científico. Aunque su existencia sigue siendo especulativa, cada vez se la toma más como un hecho.

“Pero hay otro mito que se ha disfrazado como hecho durante tanto tiempo y tan efectivamente que la mayoría de nosotros ni siquiera pensaría jamás en cuestionarlo: la gravedad. ¿Quién creería que existía duda en algo que parece estar sustentado empíricamente al tomar una manzana y dejarla caer? Pero, como informó The New York Times, un respetado físico danés ha declarado que la gravedad es una ilusión. ‘La gravedad no existe’ dijo Eric Verlinde, a The Times. No hay duda, por supuesto, de que los objetos en la Tierra caen, y se aceleran en el descenso. Pero una fuerza llamada gravedad no necesariamente es la mejor explicación de ello. La propia explicación de Verlinde es demasiado compleja incluso para sus colegas físicos, pero él no es el primero en atacar la credibilidad de Newton.

“Menos sorprendentes, quizá, son los ataques sobre la teoría de la evolución. Con excepción de los manifestantes que apoyan el diseño inteligente (la Creación) se supone a menudo que la idea de Darwin está corroborada por los sentidos. Una de sus demostraciones más curiosas: la manera que ciertas especies imitan extrañamente la forma y el colorido de otras especies. The Times informó sobre un ejemplo notable de esto entre las orugas y las crisálidas, en Costa Rica.Sin embargo, este mimetismo aparentemente mágico no sigue la premisa de que fue producido, como lo expresaría Darwin, por una serie de ligeras mutaciones al azar, ocurridas con minuciosidad a través de muchos milenios, que simplemente ayudan a la propagación. El verdadero mecanismo detonador detrás de ello, y cómo se ajusta y perfecciona el mimetismo, sigue siendo algo que la ciencia quizá parezca saber, se supone que sabe, pero que realmente no es así.

“El hecho que la ciencia no sepa una cosa en particular puede ser desconcertante. ¿Quién habría creído que los científicos no sabían cómo emigraban las aves pequeñas, cómo recorren distancias tan enormes o con qué frecuencia tienen que detenerse? Según The Times, los investigadores con nueva tecnología de rastreo quedaron asombrados al descubrir que muchas de las aves preferían, como la mayoría de nosotros, vuelos sin escala.

“Los científicos son, por supuesto, positivistas. No les gusta llamar la atención a la ‘materia negativa’ que es la inmensidad de vacíos en su conocimiento. Y esto nos permite vivir como si la ciencia estuviera iluminando nuestro camino de manera más brillante de como lo hace”.

Pocos son los que reconocen que la comunidad científica se comporta más como una religión que como una entidad que, según el zoólogo marino Félix Lacaze-Duthiers, “no tiene religión ni política”. Esto se observa en la confianza ciega que pone en teorías no comprobadas, la influencia de las ideas aceptadas y el “clima de opinión” en los científicos por encima de la objetividad, y la enorme carga de especulación que toleran los análisis científicos. Reiteradamente, como el resto de la humanidad, “los científicos creen lo que quieren creer, complementando los datos ausentes con sus propias presuposiciones” (Ariel A. Roth, La ciencia descubre a Dios, pág. 240).

La gran diferencia entre la “religión científica” y el cristianismo puede que no esté en “la convicción de lo que no se ve”, sino en “la certeza de lo que se espera”. Mientras el cristianismo se concentra en responder el por qué y para qué de las cosas, la ciencia trata de describir someramente el qué y el cómo de las cosas. Mientras la ciencia depende de la experimentación con elementos variables, inestables y muchas veces peligrosos, el cristianismo se enfoca en la experiencia con un Dios amante e inmutable, que escucha y responde. Mientras los cristianos creen en un Dios que se ha revelado a la humanidad a través de la naturaleza, la Biblia y Jesucristo, la ciencia se acerca con incertidumbre al pasado y se enfrenta con desesperanza al futuro. Mientras la ciencia se enfrenta a un porvenir incierto, oscuro y caótico, “nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Te toca escoger a quién vas a creerle, “pero yo y mi casa, serviremos al Señor” (Josué 24:15).

Este documento está basado en el artículo del New York Times con el título El Mito de la ciencia infalible, de Carlos Cunha, en el suplemento de selección semanal provisto por el Listín Diario, el sábado 31 de Julio de 2010.

1 comentario:

  1. PERFECTO TRATARE QUE LOS GUÍAS SIGAN ESTA PAGINA.... YA HABÍA PENSADO EN LOS CIENTÍFICOS COMO UNA RELIGIÓN, ANALIZAR ESTE CONCEPTO MAS DETALLADAMENTE SERIA INTERESANTE.

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